No alcanzó...


Había una vez, hace muchos muchos años, una niña que era feliz. Regordeta, charlatana, curiosa, bailarina y que hacía divertir a los mayores.
Una niña muy parecida a su papá, su orgullo "jarita" le decía que, en algún momento, se peleó con su mamá y desapareció...
Una niña que tenía un hermano menor que debía cuidar porque era la mayor y, ahí, comenzó su camino de obligaciones, donde la fantasía empezó a dejar de compartir su día y día, donde comenzaron a llenarla de etiquetas difíciles de entender y aceptar: ya sos grande, no grites, no hables, no juegues, no toques, no saltes, no... no...
Una niña que le gustaba dibujar, aprendió a hacerlo con su mamá en su atelier, donde de los garabatos salían nenas, nenes, soles, nubes y payasos.
Descubrió que las nubes entrañaban figuras, que las gotas de rocío se escondían en los pétalos de las flores, que había frutillas silvestres, que había tréboles de 4 hojas y que las violetas eran flores hermosas y sencillas, que las aves cantaban y que los colores inundaban todo el planeta.
Y, un día, aprendió a leer y allí descubrió un mundo fascinante que la alejaban de la tristeza, del abandono, de la falta de afecto y de las obligaciones incomprensibles de ser una "nena grande", de que "su mamá tenía que trabajar para mantenerlos" y donde las etiquetas seguían creciendo sos torpe, sos bruta, sos egoísta, sos soberbia, sos contestadora, sos olvidadiza, sos demasiado pesada, sos demasiado cariñosa....
Esa niña se encerró en su mundo de dibujos y de literatura donde había princesas, dragones, caballeros y también había brujas, niños abandonados. Sí, también había tristeza pero no eran en su mundo eran en otros países lejanos.
Esa niña comenzó a ir al colegio a aprender y era muy buena alumna porque entendió que había un mundo mucho más grande que uno debía entender y pertenecer y tratar de ser BUENA porque si uno era MALO mayores problemas sobrevendrían en su vida.
Y esa niña dibujaba "pavadas", ensuciaba su ropa, sus manos y leía "perdiendo el tiempo en vez de asumir obligaciones", estudiaba para "ser alguien en la vida porque yo no te voy a mantener siempre", ayudaba en la casa "porque sos la mayor", pensaba cosas "siempre distraída". Y las etiquetas crecían o se resignificaban: muy habladora, dibuja en clase, es inteligente, es buena alumna, es rebelde, es desprolija, es sucia, es gorda, es sociable, contestadora, etc.
Esa niña una vez empezó a crecer y el mundo de fantasía —los veraneos con su abuela en el Delta donde todo era una selva de Emilio Salgari— comenzó a no alcanzar. "Ya sos señorita" cuando se indispuso y todo pasó a ser catastrófico.
Esa adolescente (fea y miserable época) leía clásicos, filosofía, historia y política, pero necesitaba creer en el amor. Se veía fea, rara, conflictiva y distinta. Pero trato de parecer y pertenecer a veces con buenos resultados y otras veces con fracasos.
La facultad, los hombres, el sexo, trabajar, tener su dinero, entender la libertad en un gobierno de facto, en donde todo era malo, prohibido y peligroso.
El amor se buscaba en la revista Para Tí y el orgasmo era un culto prohibido donde había que descubrir, bajo acierto y error, porque eran tierras recién descubiertas para una mujer; aunque las viejas y seguras consignas de ser obediente, servicial y BUENA era la única clave para SER ALGUIEN en el mundo.
Poco importaba qué necesidades tuvieras o sintieras sino que, ser igual a los demás, era fundamental si uno quería tener un novio o saber qué era un primer beso (ni hablar de tener un buen sexo o conocer un orgasmo, eso era un camino aún vedado para la mujer, era territorio de hombres que te iban a EDUCAR para darles placer, el recibirlo nosotras corría por cuenta propia si lograbas descubrir la ecuación).
Primero era la familia y después cualquier tipo de prioridad o necesidad, dibujar de a ratos pero aprender un trabajo rentable, y saber cocinar, limpiar, amasar y pintarse las uñas. Las etiquetas crecieron: sos rara, sos loca, sos desprolija, no sabes hacer nada, sos torpe, sos ciclotímica, sos tonta, sos idiota, sos gorda, roñosa, sos un desastre para la casa, para el dinero, no sos una buena madre, o sos una madre rara, una amiga divertida, una amiga buena, una mujer infantil, etc
Había etiquetas viejas, etiquetas nuevas, etiquetas recreadas, etiquetas...
No alcanzó para nada, terminé confundiendome y sintiendo que era muchas personas y no sabiendo quién era yo. Pasé años tratando de que me entendieran o de que por lo menos me entendiera el terapeuta...
La casualidad, que todo mi mundo, todos mis afectos, todo lo que me rodea me demandó, me etiquetó, me trató de conocer y entender pero nadie fue a terapia, sólo fui yo asumiendo la culpa de ser diferente y de no encajar ni lograr alcanzar la demanda de los demás "que me querían tanto y querían lo mejor para mí".
Hoy miro a mis nietos, almas puras y veo como "desde el amor" empiezan a pegarles etiquetas que a lo mejor no son las reales de su esencia.
Hoy miro para atrás y veo el tiempo que perdí en intentar que me respetaran y que me quisieran por lo que soy. Pero, en definitiva, quién soy?
Soy lo que quisieron los demás y que no alcancé a aprobar materia alguna "desde el amor" o soy solamente esta mujer callada, aislada, llena de miedo y fragilidad que le gusta pintar, pensar y leer. Que sigue descubriendo y viendo cosas distintas a los demás y que ya no intenta encajar en la vida de nadie y mucho menos de la sociedad.
Y, sin embargo, me buscan para que ocupe lugares que ya el trajecito me queda demasiado grande (o chico) y ahora "debo pensar en mi vejez", "en mi salud"...
El tiempo, la vejez, la muerte, la soledad tienen para mí una sinfonía extraña en donde no me preocupan y que a veces convoco como compañeros de camino.
Me duele la nostalgia, la memoria, el pasado, me torturan las etiquetas, el "no alcanzó", la postergación, la pena, la culpa que cada uno de los que "quisieron y quieren lo mejor para mí" me depositaron en mi vida y en mi alma.
Algunos ya me ignoran, "complicada", "retorcida", "resentida", "vieja y llena de fantasmas"... Siempre hay alguna nueva etiquetita para adherir...
Y yo sigo dibujando, pensando, escuchando y viendo las gotas de rocío en los pétalos de la flores o disfruto el canto de las aves mientras trato de descubrirlos entre la hojarasca a ese pájaro que ilumina un pequeño instante de mi vida... como aquella niña.
La niña sobrevivió o uno siempre es un pobre niño maltratado desde el amor y la OBLIGACIÓN de pertenecer a algo, a alguien...
Mi consigna en el ahora es: yo pienso, yo soy y luego existo. Yo, la peor de todas.

Comentarios

  1. Haber jugado, peleado y compartido tiempo e instamtes con todas y cada una de ellas.
    Ella no es la peor de todas sino la mejor expresión de la suma de todas.
    Tu ecuación al fin se equilibra en sabiduría y bienestar..ese es el único objetivo y etiqueta que deberíamos encontrar. Y lo estas logrando

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  2. En tu relato, querida amiga, falto reconocer la templanza con lo que esa niña fue forjando su fortaleza, tenacidad que sale a la luz cuando el mundo exterior intenta modificarle o perturbar su mundo interior y ni hablar de la aguerrida fiera que defiende a sus propios y enarbola sus convicciones ante aquellos que osan desafiarla, sos una gran mujer Norma te quiero mucho.
    Miki

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